jueves, 11 de diciembre de 2014

Música moderna



“De vez en cuando veo en mi estantería algún disco que escuchaba cuando era joven y me avergüenzo”. ¿De verdad? He oído y leído eso varias veces en poco tiempo. ¿Os ha sucedido? ¿Avergonzaros de la música que escuchabais? No sé, se me hace raro. Me hace gracia el moderno que escucha sólo música indie, mirándote por encima del hombro como si fuera el ariete de la vanguardia cultural, con lo que quiera significar eso. La misma gracia que me hace el heavy que tiene en sus altares a los Judas y te enviará al infierno si no adoras a los dioses del metal.  En fin, que me lío. 

He oído a varias personas decir lo de avergonzarse de sus gustos musicales de antaño. Personas, algunas, por las que tengo respeto y las creía con buen criterio. Pero resulta que no, que el punk de La Polla, el rap de Doble V o el nu metal de Korn son música de instituto. Pongo estos ejemplos como podría poner cualquier otro. Tal vez estoy equivocado, pero creo que quien dice eso, normalmente, no ha entendido de qué va la música. O cualquier disciplina artística. Recuerdos, sentimientos, estados de ánimo. No, no me avergüenzo ni por asomo de haber escuchado música “bakalao”, techno o house. No me escondo al decir que me gustan Los Chichos, Peret o casi cualquier intérprete de rumba catalana. Y Los Planetas. Y Manu Chao. No me avergüenzo, todo lo que he escuchado por gusto ha significado algo. ¿El qué? Pues mayormente tonterías para el resto de los mortales, como el primer porro, el primer beso o las noches de fiesta interminables con los colegas del barrio. 

“Yo es que escucho jazz”. Joder, enhorabuena. Y yo, y no voy haciendo proselitismo. Y escucho a Camarón, Morente y El Pescaílla. Cantantes y autores que hasta no hace tanto eran garrulos según cánones “modernos”. “Este grupo techno…” no hace más que copiar (indisimuladamente además) a Chimo Bayo o Kike Jaén, o a cualquier DJ noventero denostado hasta hace cuatro días por la mal llamada “Ruta del Bakalao” (otro día volveremos sobre esto). A lo que me refiero es a las modas, a las tendencias y creadores de ellas. Todos somos más o menos permeables a estas modas, pero lo de un tiempo a esta parte es digno de estudio. Ojo con decir que ibas a Rockola, ACTV o Puzzle (hablo de Valencia, sí). Ya eras un drogadicto, descerebrado y nacional-pastillero. Ahora veo que se vuelve a llevar esa “cultura de club”. Bienvenida sea, pero, ¡oh! de la mano de los que dictan lo que se lleva. Proselitismo musical, por parte de los mismos que miraban con prepotencia a los que se ponían morados con drogas de colorines (y ellos en raves, pero se lo callan). Ahora son ellos los que con la mandíbula desencajada te invitan a pasar a sus clubes para escuchar la mejor y más exclusiva música. No sé, tal vez sean ganas de llamar la atención. 

Hablo del techno, como podría hablar del flamenco, el rock, el bluegrass o el hip-hop. Música que nace de los estratos más bajos de la sociedad, del pueblo, de los pobres. Gritos contra la opresión, contra la miseria, para divertimento de estas clases bajas, método de abstracción de la vida perra (perdón). Música atacada por los biempensantes desde hace décadas, por ser música “de negros”, “de gitanos”, o “de blancos, pero pobres”. Música ridiculizada, no ya por su calidad (discutible, como todo), sino por el significado y la representatividad que tiene en ciertos sectores de la población. Pues bien, a mi parecer, todo esto de ridiculizar a según qué estilo de música responde a querer quitar ese significado a la misma, podar las ramas del árbol agreste hasta que queda un bonito bonsái listo para el consumo del “ciudadano medio” (perdón, de nuevo). En fin, quita un par de crestas y de guitarrazos y te quedará un bonito grupo con camisetas de Ramones  como (pon aquí la banda de punk-pop que más te guste) listo para sonar en radiofórmulas.

Se han puesto de moda barbas y caras imberbes; ropa ancha y estrecha; cuerpo completamente depilado y peludo como un oso; leer a Auster o a Bukowski. Espero con ansia que se ponga de moda de nuevo el chándal de táctel y todos esos creadores de tendencias se enganchen a la heroína y se vayan a cagar de una puta vez (perdón, perdón, perdón).

Mientras escribía esta tontería ha sonado Los Enemigos, Ilegales, SFDK, Gatillazo, Los Chikos del Maíz e, incluso, una de Camela. :D

viernes, 28 de noviembre de 2014

Batallón Thälmann

                                         


Al estallar la guerra civil en España, el proletario y las clases populares de todo el mundo vieron en este conflicto una lucha por la libertad, una lucha propia...una lucha donde España debería de ser la tumba de un fascismo ya más que asentado en muchas partes de Europa.
Pronto, a partir de la sublevación militar contra el gobierno en el 1936, se organizaron en muchas partes del mundo Comités de apoyo al gobierno de la República, ya fuera para ayuda humanitaria o de cualquier otra índole.
La creación de una fuerza militar internacional en ayuda de la República Española fue una idea de la Internacional Comunista, siguiendo el ejemplo de la guerra civil que se produjo en Rusia después de la Revolución de Octubre.
Luigi Longo, dirigente de las Juventudes Comunistas Italianas, que estaba en España, fue uno de los encargados junto con el polaco Wisniesky y el francés Pierre Rebière de reunirse con Azaña y Largo Caballero para organizar la llegada de esas fuerzas voluntarias internacionales.
Franco estaba recibiendo desde el principio de la contienda ayuda de la Italia fascista y sobre todo de la Alemania nazi, tanto en armamento de toda clase como en lo que a desarrollo de nuevas formas de hacer la guerra se refiere (lo que se llamaría en el argot como asesores militares).
La ayuda que recibió la República por parte de la URSS al inicio de la contienda fue en forma de asesores del Ejército Rojo, el armamento comenzó a llegar después; por estas razones, apremiaba la llegada de estas fuerzas voluntarias de combatientes internacionales (la superioridad tanto de efectivos como de armamento por el bando nacional era más que notable respecto al bando republicano, y si a esto le añadimos el abandono que sufrió el gobierno de la República por parte de las democracias europeas, pues tenemos otra causa más para la rapidez de esa búsqueda de voluntarios).
El primer contingente organizado que rondaba los 500 voluntarios, salió de París y llegó a Albacete el 14 de octubre de 1936. A estos voluntarios se les sumaron después muchos de los extranjeros que estaban combatiendo en Aragón y el valle del Tajo. El juramento que prestaban estos voluntarios era el siguiente:Estoy aquí porque soy voluntario y daré, si es necesario, hasta la última gota de mi sangre para salvar la libertad de España, la libertad del mundo entero”.
Albacete fue el cuartel general desde donde operaron las Brigadas Internacionales. Se formaron siete brigadas: XI, XII, XIII, XIV, XV, 129ª y 150ª. Cada brigada se dividía en tres batallones de 650 hombres normalmente. Cada batallón recibía un nombre con carácter político, tales como Garibaldi, Comuna de París, Lincoln, Palafox o Thälmann.
Vamos a centrarnos en éste último, el Batallón Thälmann; este batallón estaba encuadrado en la Brigada XII, aunque posteriormente fue trasladado a la XI a la que llegó a dar su sobrenombre popular, bajo el mando del general húngaro Máté Zalka (internacionalista judío que héroe de guerra en la Primera Guerra Mundial)
Este batallón llevaba el nombre del líder comunista alemán Ernst Thälmann (1886-1944), quien participó en el Levantamiento Espartaquista de 1919 y combatió desde los primeros días a los nazis en las calles de Berlín, siendo finalmente fusilado por orden expresa de Hitler en el campo de concentración de Buchenwald.
Llegó a estar compuesto en su mayoría por alemanes, aunque también entre sus filas se podían encontrar austriacos y escandinavos. El batallón luchó especialmente en la defensa de Madrid (conocida es su actuación en la defensa de la posición de la Ciudad Universitaria), y después en las batallas de Jarama, Guadalajara, Brunete, Teruel y el Ebro.
Entre los comandantes del batallón se encontraron el escritor alemán y oficial de la Primera Guerra Mundial Ludwig Renn, Hans Kahle, antiguo oficial prusiano y Willi Bredel, primer Comisario del batallón. Pronto el batallón se autodenominó Centuria Thälmann, y supuso una oportunidad para sus miembros el poder combatir el nazismo que se había instalado en Alemania desde el 1933.
Cuando la república acepta la salida de las Brigadas, presionada por las potencias democráticas que ceden ante las presiones de Hitler y Mussolini por temor a una guerra, se organiza un gran homenaje a los voluntarios extranjeros que se celebra en Barcelona, el 29 de octubre de 1938. El 15 de noviembre se celebró el desfile de despedida en el que hablaron Juan Negrín y Dolores Ibarruri. Inmediatamente después los brigadistas abandonaron España.
Curiosidades:
  • debido a la gran defensa que organizó el Batallón Thälmann,ya encuadrado en la Brigada XI, en la Casa de Campo y la Ciudad Universitaria, hizo que perdieran en la primera jornada de combates 1/3 de sus efectivos.
  • Por Madrid se cantaba que “el café se le enfrió y en Madrid no entró” al general Mola, ya que cuando comenzó la operación para tomar Madrid, allá a mediados de septiembre, el susodicho tirando de fanfarronería dijo que desayunaría en Madrid el 12 de octubre, cosa que no pudo hacer debido a la defensa que se hizo de Madrid por las tropas republicanas y en la que tuvo un papel importante el citado Batallón Thälmann.
  • En el Batallón Thälmann combatió Edmond Romilly, sobrino de Churchill.
  • El Batallón Thälmann adoptó como himno “La Canción a Thälmann” escrita por Rafael Alberti y compuesta por Jesús Villareto en el año 1933, obviamente compuesta para la campaña por la liberación del camarada Ernst Thälmann.
Para terminar me gustaría dejar unas palabras que dejó plasmadas un miembro del batallón en sus memorias personales:
los contingentes de voluntarios tenían una composición social muy diversa. Al lado de los obreros, que constituían la mayoría, había campesinos, intelectuales, oficiales, médicos (…) y brasileños, paraguayos, mexicanos, austriacos que habían luchado en las barricadas de Viena de 1934, y los norteamericanos de Lincoln”


 Jorge Coronel Mortimer

jueves, 13 de noviembre de 2014

Paracaídas



Tengo amigos, te pueden librar
de caer al mar.
Tengo amigos, te pueden librar
de soñar al sol.

Sí, tengo amigos
que nadie me presentó,
que sacan fuerzas
de donde ahora las estoy sacando yo.

Tengo problemas, te pueden librar
de sentirte en paz.
Tengo problemas, te pueden librar
de tocar la luz.

Tengo problemas
que nadie me planteó.
No te los presto,
si fueran para ti no estaba aquí yo.

Josele Santiago, Los Enemigos.

Pues sí, tengo todo eso y mucho más. Una novia y una familia que me quiere y a los que adoro. Un trabajo (o lo poco que me quede en él) que me permite ciertos vicios y lujos, vivir, mal que bien.  Pero este post iba sobre otra cosa. Iba sobre el último artículo que escribió mi compañero de blog y muchas cosas más @JoaquinCanto http://solopormolestaros.blogspot.com.es/2014/11/la-hazana.html . En él se preguntaba qué clase de mundo estúpido habíamos creado en el que necesitábamos de la adrenalina para vivir.

Pero vuelvo a lo que tengo. Tengo una madre despedida y prejubilada injustamente, que ahora cobra bastante menos de pensión por obra y gracia de los dueños de unos grandes almacenes; tengo unos cuantos amigos, por no decir todos, que tienen a uno de sus progenitores jodido por una enfermedad grave, que han pasado penurias debido a eso y a la cada vez más escasa cobertura sanitaria, haciendo malabares para llegar a fin de mes y esperando (es un decir) la “ley de dependencia”; tengo familiares que llevan un lustro en paro, haciendo una chapuza, pintando una casa o trabajando en negro en empresas donde les prometen un contrato a tiempo parcial que no llega; tengo colegas que han perdido a un hermano o están a punto de perderlo por un puto cáncer; conozco a un par que ya han hecho una dación en pago de su piso debido a todo lo anterior. Problemas con el alcohol, las drogas y los antidepresivos. Paro atávico, comedores sociales y bancos de alimentos. Todo eso tengo a mi alrededor. Puedo sentirme afortunado de vivir en casa de mis padres, sin muchas cargas excepto las facturas que todo el mundo tiene, con un trabajo (precario, asqueroso) y una conexión a internet para contaros todo esto.

Eres adicto a la adrenalina, la necesitas. Ven, cuéntame más. Háblame de la velocidad, de cómo te sientes cuando te tiras de un puente con una cuerda o cuando bajas un río en un kayak. Que lo que se siente tirándote desde la última atracción del parque temático no lo iguala ni la mejor droga sintética. Me encanta saber que hacer escalada es tu nueva manera de sentirte vivo, que subir a lo más alto en una avioneta para tirarte con un paracaídas es lo mejor que has hecho en (con) tu vida. Paracaídas es lo que necesito, lo que le hace falta a todos los arriba citados, porque la leche que nos vamos a dar es de las que hacen historia.

No te critico (bueno, sí), yo siempre he sido un miedoso. La noria de la feria es lo máximo a lo que aspiro. Lo siento, pero no. No comulgo con los llamados deportes de riesgo. Me parece fenomenal que te quieras jugar la vida por la experiencia del subidón de adrenalina. Prueba a vivir como yo lo hago. Como lo hacen mis amigos, familiares y vecinos. No te digo que vivas como decía mi compañero Joaquín, como se vive en Palestina o Sierra Leona. Date una vuelta por tu ciudad, por un barrio obrero, donde también hay hambre y violencia. Verás qué subidón te entra el día 10 de cada mes cuando te ingresan 400 euros (si hay suerte) del subsidio o del paro. Adrenalina y emoción a raudales cuando te das cuenta de que no tienes casi ni para pagar  la luz ni el agua. Es la rehostia cuando decides pasar un poco de frío porque lo que cuesta calentar tu casa es la comida de una semana. ¿Y qué me dices de lo de quedarte en la calle, literalmente, porque llevas un par de meses sin pagar la hipoteca?

No sé lo que es la adrenalina, lo siento. Desgraciadamente sí  sé lo que son las incertidumbres, los nudos en el estómago y en la garganta, de los que no te dejan casi ni respirar a cada momento del día. Supongo que se parecerán mucho a cuando te tiras al mar a bucear un ratito para nadar entre tiburones. 


miércoles, 5 de noviembre de 2014

La hazaña

   

    Joaquin Canto                                                                      

                                                                             La estupidez insiste siempre”
                                                                                                  
                                                                                                 Albert Camus

Si  buscamos  “hazaña” en el diccionario nos aparece que se trata de un acción o hecho ilustre, heroico, pues que quieres, lo siento, y mira que me fastidia, pero ver a un tipo cruzar por una cuerda de un edificio a otro, pues como que no.

Los telediarios y las redes sociales se hicieron eco de este hecho, un tal Nik Wallenda cruzó de un edificio a otro por una cuerda,  no negare que este señor tiene un gran control del equilibrio, pero poco más. Las palabras que a mí me vienen al contemplar su acción, son temeridad, locura, inconsciencia, estupidez…lo siento no encuentro nada de ilustre, ni heroico, ni veo la hazaña por ningún lado.

Hay quien resalta el hecho de que lo hizo sin arneses de seguridad, sin red, peor aún, en qué mundo vivimos donde el hecho de que un tipo decida jugarse la vida por capricho, por aparecer en un libro estúpido o porque una cadena de televisión le paga por ello, se convierte en noticia.

Resulta curioso que le demos más importancia, que ocupe más tiempo en las televisiones, la estupidez de este señor que la publicación de un libro nuevo, la composición de una nueva ópera o la presentación de un cuadro nuevo,  pero supongo que escribir un libro, componer una ópera o pintar un cuadro son cosas menores al lado de pasearse por una cuerda.

A la estupidez del señor Wallenda le unimos el morbo patético de esta sociedad que contemplaba en directo y en televisión como andaba por la cuerda, ¿Qué hubiese pasado si cae? Pues que hubiésemos contemplado una muerte en directo, todo muy razonable.

Pero no se quedo contento, había que batir otro record, la estupidez al cuadrado, y ahora lo hacía con los ojos vendados, y su mujer diciendo en televisión que cuando se lo dijo se asusto, a mí se me ocurren otras reacciones ante esa situación.

Hemos creado un mundo estúpido, donde necesitamos “adrenalina” en nuestras vidas, me gustaría saber que opinarán sobre la estupidez de este señor los habitantes de Palestina, de Siria o de Sierra Leona, y como se que se me tachará de demagogo por estas palabras, le propondría al señor Wallenda que su nueva gilipollez fuese cruzar con una cuerda por encima de la valla de melilla, o de un edificio a otro de Palestina mientras lo bombardean.

En fin, sigamos con nuestras idioteces que así nos va.

jueves, 23 de octubre de 2014

"Dadle café, mucho café"




Este verano he tenido el placer de conocer un poco más Andalucía, concretamente la provincia de Granada, tierra que recomiendo encarecidamente a quien no haya estado todavía por allí. Días previos al viaje, zapeando vi en la televisión un reportaje sobre la provincia de Granada, concretamente hablaban de la figura de Federico García Lorca y de la relación que mantuvo con su tierra amada, Granada.
Estando en Granada capital recorrí varios sitios relacionados con Lorca, dónde vivió, el parque que lleva su nombre, su museo, pero si algo me picaba la curiosidad, era ver el recorrido que siguió aquella noche del 18 de agosto de 1936 y que desembocó en su asesinato y el de otros “enemigos del nuevo régimen” que se había alzado en armas hacía un mes.
El sitio era Alfacar, un pueblo a escasos 7'5 km de la capital, y hacia allí puse rumbo. Tras subir el pueblo hasta la parte más alta, a escasos metros del manantial de la Fuente Grande y limitado por varios pinares y por la sierra de Alfaguara por el este, descubrí un parque en memoria del poeta, mal cuidado, destrozado por el botellón nocturno y sin ápice de que alguien pase por allí para ocuparse de su mantenimiento, algo que me dejó perplejo, pero en mi opinión tiene su explicación: el PP gobierna allí desde la última legislatura y la realización del parque en el 1986, fue un proyecto de la izquierda cuando allí gobernaba.
El parque fue construido, como he dicho anteriormente en 1986, y se le dotó de diversas fuentes, paseos y senderos. Fragmentos de sus poemas se pueden encontrar en la pared que rodea la placeta principal, escritos sobre cerámica azul. Dentro del parque, siguiendo el camino de la izquierda según se entra, nos encontramos un monolito junto al olivo donde se supone que murió fusilado el poeta. 


La fosa donde se cree que puede estar su cuerpo es en un barranco entre las localidades de Víznar y Alfacar; tierra escarpada, barranco de sangre y hasta hoy sembrado de huesos. Un lugar donde Lorca eran todos, más de 2000 ejecutados. Todos “maricones”, rubios, zapateros, maestros o bordadoras; todos cojos, madres, braceros, costureras. Rojos y también morados, del color de la República. Tierra que guarda la evidencia de crímenes de lesa humanidad, entre ellos, el del poeta Federico García Lorca, que ahora quieren ser rescatados del olvido.
En los últimos tiempos se han logrado varios avances, a pesar de la inoperancia y la poca implicación del gobierno español. Se han localizado nueve posibles fosas, se ha limpiado el terreno para facilitar las tareas de exhumación y las catas arqueológicas y por último se ha señalizado de forma oficial la carretera Víznar-Alfacar como Lugar de Memoria Histórica. 


En un área de unos 10000 metros cuadrados se estiman que está sepultadas unas 2000 victimas, tanto por testimonios orales y escritos que constan, figuras destacadas de la sociedad de la Granada de 1936 como el que fuera rector de la Universidad, Salvador Vila Hernández. Las probables fosas comunes se sitúan en torno al monolito que recuerda en el barranco que “Lorca eran todos”, a unos 800 metros del Parque Federico García Lorca donde en 2009 se excavó en busca de los restos del autor de la Generación del 27, del maestro Dióscoro Galindo, y los banderilleros anarquistas Francisco Galadí y Joaquín Arcollas, ejecutados y enterrados juntos el 18 de agosto del 1936.
Para el PP en general y el de Granada en particular, ése que critica la señalización memorialista y pone en duda la Ley de Memoria Histórica argumentando “que nada aporta esa ley y actos a los 110000 desempleados de la provincia granadina” y “que esas actuaciones provoca la división y el desencuentro entre andaluces” me gustaría recordarles unas palabras que Lorca dejó al diario El Sol durante una entrevista el 10 de junio de 1936 : “odio al que es español por ser español nada más. Yo soy hermano de todos y execro al hombre que se sacrifica por una idea nacionalista, abstracta, por el solo hecho de que ama a esa patria con una venda en los ojos. Canto a España y la siento hasta la médula, pero antes que esto, soy hombre del mundo y hermano de todos. Desde luego no creo en la frontera política".

el gobernador civil de Granada, José Valdés Guzmán llamó a Queipo de Llano y le preguntó que hacían con Lorca, Queipo dijo: “Dadle café, mucho café*”. Así, se acusó al poeta de ser espía de los rusos, estar en contacto con éstos por radio y ser homosexual”


* nota de autor: la frase escondería el acrónimo Camaradas Arriba Falange Española, grito usado tras los fusilamientos llevados a cabo por los milicianos de Falange Española.

Coronel Mortimer.

viernes, 17 de octubre de 2014

No sé


Joaquín Canto


No sé si dejará cartas sin hacer,
no sé si alguna vez las empezó.
No sé cuánto tiempo lleva dentro,
no sé si alguna vez sintió la libertad.
No sé si respeta al carcelero,
no sé si lo respeto yo.

No sé si alguna vez le visitó alguna mujer,
no sé si quiso que lo hiciesen.
No sé si tiene miedo del amanecer,
no sé si alguna vez lo ha tenido.
No sé si llorará en algún momento,
no sé si yo lo haría.

No sé si ha soñado con volar,
no sé si intentó hacerlo.
No sé si dormirá esta noche,
no sé si hace noches que no duerme.
No sé si dejará una despedida,
no sé por qué yo escribo estos versos.

No sé si cree en el Dios en el que nunca he creído,
no sé si cree en un Dios en el que nunca creeré.
No sé qué pensó en aquel largo pasillo,
no sé qué sintió atado en el lugar.
No sé si piensa que algo tiene sentido,
no sé si yo pienso que lo tenga ya.

Sólo sé que hay silencio y frío,
sólo sé que queda la soledad.
Sólo sé que mi garganta no es un grito,
sólo sé que no hay verdad.

Sólo sé que hay un hombre menos,

sólo sé que hay un muerto más.


viernes, 10 de octubre de 2014

Figuras de barro

Nadie sabe qué le pasó a Pepe, el de las figuras de barro, tras la Copa América. Apareció por la playa poco antes del temido efecto 2.000 y se le perdió la pista cuando los veleros de nombres impronunciables brincaban las olas de nuestro litoral. No es que los barcos tuvieran nombres raros, que también, simplemente nos sonaba todo a chino. Parece mentira, pero un barrio marinero era completamente ignorante sobre los asuntos de la vela. Orgullosamente, me atrevería a decir.
Pepe desapareció tras ese verano. Comentaba a menudo que no soportaba esa opulencia, el descaro del nuevo rico comiendo delante del pobre. Le fastidiaba la mala educación, la soberbia de cuatro niñatos venidos a más gracias a pelotazos en forma de ladrillo. Miradas altaneras que le hacían más daño que luchar contra el alcohol o la heroína.
Todo esto me lo contaba durante los años que estuvo vendiendo figuritas de barro y haciendo castillos de arena al pie del paseo marítimo. Yo trabajaba de camarero en verano, fines de semana y todos los festivos del calendario, ya fuera para pagarme estudios, vicios o ser un poco independiente. Independencia, eso es lo que más valoraba Pepe de su situación. No rendir cuentas, sin explicaciones, hacer lo que le viniera en gana. Hablando con él, parecía que su vida en la calle era algo elegido y no la consecuencia de una juventud dura dos décadas atrás. "Dormir en Valencia es gloria, peor sería en Teruel", decía sonriendo convencido.
Para Pepe, el verano duraba aproximadamente diez meses, desde Fallas hasta Navidad. No era raro verlo con una simple camiseta varias tallas más grande que la suya o, directamente, sin ella, dejando al desnudo su piel ennegrecida y magra, sin rastro de grasa, como cualquier yonqui veterano. Pero él no. A Pepe se le veía fuerte. Llamaba la atención la anchura de su espalda y unos brazos fuertes, que infundían respeto. Él decía que era el resultado de trabajar la arcilla y levantar castillos de arena, de llevar el peso de toda una vida, la suya, a cuestas. Viendo sus labores artesanales costaba trabajo creerlo.
Sus castillos, o fortalezas, como le gustaba llamarlos, no eran más que moles de arena absurdas, como las que puede hacer cualquier niño en la orilla, con cuatro ventanucos y una mal llamada puerta asimétrica. Se asemejaban más a una casa antigua de pueblo, con las paredes desniveladas de soportar tantas capas de arena y cal. Sus faenas con la arcilla no mejoraban mucho. Eran su especialidad los soles y las lunas, platos llanos y sonrientes de casi medio kilo de peso, endurecidos y secados al sol. Si había suerte y dinero, les daba una capa de barniz para que tuvieran aspecto de haber sido horneados. El resultado era una suerte de máscara carnavalesca atrofiada. No se le podía negar el esfuerzo, con cada figurita tardaba un mínimo de tres días, aunque el final no fuera el esperado. A veces se aventuraba con otros temas: tortugas, dragones y duendes que invariablemente acababan pareciéndose a su perro.
Manolo, su mascota, era un golden retriever de anuncio. Más de medio metro de altura, color dorado y más bueno que el pan. Contrastaba su buen aspecto con el desaliño de su amo: pelo largo por los hombros y barba negra algo distraída. A mí siempre me recordó a Roberto Iniesta, aunque Pepe nunca había oído hablar de él. Su "amigo Manolo", como a Pepe le gustaba referirse a su perro, era el que le daba calor en invierno, pues tampoco se abrigaba mucho más que en los meses de calor. Calor físico y anímico, porque a excepción de los trabajadores de la playa, pocos amigos hacía. Manolo lo acompañaba a todas partes, incluso en algún viaje en autobús urbano, cuando Pepe fingía ser invidente. La picareca española, dicen. Y picaresca era lo que tenía que poner en práctica, pensábamos los que conocíamos a la extraña pareja, para poder alimentarse él y su compañero. En las pocas ocasiones que le veíamos comer, Pepe siempre echaba mano de latas de conservas, fiambre y pan duro conseguido a última hora en algún restaurante. A Manolo nunca le faltó ni el mejor pienso ni los mejores patés, que Pepe guardaba en una mochila que ya era vieja cuando iba al colegio.
Esa época, la del colegio y su mochila parcheada que guardaba desde entonces, fue la que nos contó una mañana lluviosa de septiembre con la playa, lógicamente, ya desierta de veleros y turistas. Llegó a primera hora y quería desayunar. Venía con una sonrisa amplia, luminosa, ya que había cobrado su pensión. La pensión no era otra cosa que la ayuda que le pasaba mensualmente su hermana menor, a escondidas de su padre, pues lo había repudiado desde su etapa de universitario rebelde.
Empezó a untarse la mantequilla y la mermelada en el pan tostado, dejando un cuarto de cada envase sin tocar. Ante nuestra extrañeza, pues sabíamos que a Manolo no le daba comida dulce, nos contó que era costumbre en su casa dejar sobras para el servicio, por si querían comérselo cuando él y su familia salían por la puerta. "Siempre fuimos unos burgueses, eso lo sé ahora, pero para mí era normal. Burgueses, pero en el cole nos llamaban aristócratas". Dueños de un palacete, su familia paterna era propietaria de una empresa metalúrgica venida a menos en un pueblo al norte de Valencia. Tenis, natación y deportes de mar. Educación estricta en colegios de pago. Todo dirigido y planificado para heredar la empresa paterna desde que acabó su feliz infancia. A Pepe le interesaba más el arte y las letras que la economía y las leyes. Comenzó a distanciarse del camino marcado. Conoció las drogas en el peor momento, si es que hubo alguno bueno, en los ochenta, cuando la heroína hacía estragos.
Poco más nos pudo contar antes de desaparecer de la playa a los pocos días. Los borrosos recuerdos le ensombrecían el rostro y le anudaban la garganta. Pero aún le dio tiempo a narrarnos su último secreto, tal vez delirio, para dar consistencia a su relato. Conservaba celosamente la mochila con la comida de su alter ego porque era el cordón que le ataba a los recuerdos de una infancia feliz, casi perdida en su memoria a causa del vino y el caballo. Una infancia donde Pepe se llamaba Manuel.

Dani @El_Taquillero