Al estallar la guerra civil en España, el proletario y las clases
populares de todo el mundo vieron en este conflicto una lucha por la
libertad, una lucha propia...una lucha donde España debería de ser
la tumba de un fascismo ya más que asentado en muchas partes de
Europa.
Pronto, a partir de la sublevación militar contra el gobierno en el
1936, se organizaron en muchas partes del mundo Comités de apoyo al
gobierno de la República, ya fuera para ayuda humanitaria o de
cualquier otra índole.
La creación de una fuerza militar internacional en ayuda de la
República Española fue una idea de la Internacional Comunista,
siguiendo el ejemplo de la guerra civil que se produjo en Rusia
después de la Revolución de Octubre.
Luigi Longo, dirigente de las Juventudes Comunistas Italianas, que
estaba en España, fue uno de los encargados junto con el polaco
Wisniesky y el francés Pierre Rebière de reunirse con Azaña y
Largo Caballero para organizar la llegada de esas fuerzas voluntarias
internacionales.
Franco estaba recibiendo desde el principio de la contienda ayuda de
la Italia fascista y sobre todo de la Alemania nazi, tanto en
armamento de toda clase como en lo que a desarrollo de nuevas formas
de hacer la guerra se refiere (lo que se llamaría en el argot como
asesores militares).
La ayuda que recibió la República por parte de la URSS al inicio de
la contienda fue en forma de asesores del Ejército Rojo, el
armamento comenzó a llegar después; por estas razones, apremiaba la
llegada de estas fuerzas voluntarias de combatientes internacionales
(la superioridad tanto de efectivos como de armamento por el bando
nacional era más que notable respecto al bando republicano, y si a
esto le añadimos el abandono que sufrió el gobierno de la República
por parte de las democracias europeas, pues tenemos otra causa más
para la rapidez de esa búsqueda de voluntarios).
El primer contingente organizado que rondaba los 500 voluntarios,
salió de París y llegó a Albacete el 14 de octubre de 1936. A
estos voluntarios se les sumaron después muchos de los extranjeros
que estaban combatiendo en Aragón y el valle del Tajo. El juramento
que prestaban estos voluntarios era el siguiente: “Estoy
aquí porque soy voluntario y daré, si es necesario, hasta la última
gota de mi sangre para salvar la libertad de España, la libertad del
mundo entero”.
Albacete fue el cuartel general
desde donde operaron las Brigadas Internacionales. Se formaron siete
brigadas: XI, XII, XIII, XIV, XV, 129ª y 150ª. Cada brigada se
dividía en tres batallones de 650 hombres normalmente. Cada batallón
recibía un nombre con carácter político, tales como Garibaldi,
Comuna de París, Lincoln, Palafox o Thälmann.
Vamos a centrarnos en éste último,
el Batallón Thälmann;
este batallón estaba encuadrado en la Brigada XII, aunque
posteriormente fue trasladado a la XI a la que llegó a dar su
sobrenombre popular, bajo el mando del general húngaro Máté Zalka
(internacionalista judío que héroe de guerra en la Primera Guerra
Mundial)
Este batallón llevaba el nombre del
líder comunista alemán Ernst Thälmann (1886-1944), quien participó
en el Levantamiento Espartaquista de 1919 y combatió desde los
primeros días a los nazis en las calles de Berlín, siendo
finalmente fusilado por orden expresa de Hitler en el campo de
concentración de Buchenwald.
Llegó a estar compuesto en su
mayoría por alemanes, aunque también entre sus filas se podían
encontrar austriacos y escandinavos. El batallón luchó
especialmente en la defensa de Madrid (conocida es su actuación en
la defensa de la posición de la Ciudad Universitaria), y después en
las batallas de Jarama, Guadalajara, Brunete, Teruel y el Ebro.
Entre los comandantes del batallón
se encontraron el escritor alemán y oficial de la Primera Guerra
Mundial Ludwig Renn, Hans Kahle, antiguo oficial prusiano y Willi
Bredel, primer Comisario del batallón. Pronto el batallón se
autodenominó Centuria Thälmann,
y supuso una oportunidad para sus miembros el poder combatir el
nazismo que se había instalado en Alemania desde el 1933.
Cuando la república acepta la
salida de las Brigadas, presionada por las potencias democráticas
que ceden ante las presiones de Hitler y Mussolini por temor a una
guerra, se organiza un gran homenaje a los voluntarios extranjeros
que se celebra en Barcelona, el 29 de octubre de 1938. El 15 de
noviembre se celebró el desfile de despedida en el que hablaron Juan
Negrín y Dolores Ibarruri. Inmediatamente después los brigadistas
abandonaron España.
Curiosidades:
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debido a la gran defensa que organizó el Batallón Thälmann,ya encuadrado en la Brigada XI, en la Casa de Campo y la Ciudad Universitaria, hizo que perdieran en la primera jornada de combates 1/3 de sus efectivos.
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Por Madrid se cantaba que “el café se le enfrió y en Madrid no entró” al general Mola, ya que cuando comenzó la operación para tomar Madrid, allá a mediados de septiembre, el susodicho tirando de fanfarronería dijo que desayunaría en Madrid el 12 de octubre, cosa que no pudo hacer debido a la defensa que se hizo de Madrid por las tropas republicanas y en la que tuvo un papel importante el citado Batallón Thälmann.
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En el Batallón Thälmann combatió Edmond Romilly, sobrino de Churchill.
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El Batallón Thälmann adoptó como himno “La Canción a Thälmann” escrita por Rafael Alberti y compuesta por Jesús Villareto en el año 1933, obviamente compuesta para la campaña por la liberación del camarada Ernst Thälmann.
Para terminar me gustaría dejar
unas palabras que dejó plasmadas un miembro del batallón en sus
memorias personales:
“los contingentes de
voluntarios tenían una composición social muy diversa. Al lado de
los obreros, que constituían la mayoría, había campesinos,
intelectuales, oficiales, médicos (…) y brasileños, paraguayos,
mexicanos, austriacos que habían luchado en las barricadas de Viena
de 1934, y los norteamericanos de Lincoln”
Jorge Coronel Mortimer