Joaquín
Canto
“Hay que doler de la vida hasta
creer
que tiene que llover a cantaros”
P.Guerrero
El rumor de la
calle le hizo despertarse, era evidente que algo estaba pasando, cuando abrió
las ventanas de aquel piso destartalado y viejo, la algarabía de la gente llegó
a sus oídos, aquellas banderas tantas veces escondidas ondeaban por las calles,
aquellos gritos tantas veces callados se escuchaban nítidamente.
Sus ojos
comenzaban a reponerse del impacto del sol y poco a poco dejaban caer algunas
lagrimas, era cierto, aquello que estaba viendo era cierto, cerró la ventana y
mientras se preparaba para bajar a la calle encendió la radio, se hablaba de un
nuevo orden mundial, de un nuevo reparto de riqueza, de educación y sanidad
para todos, de vivienda garantizada, de la tierra para el que la trabaja, se
hablaba de tantas cosas con las que siempre soñó que no podía mantenerse en
pie.
Se sentó sobre
el butacón pasado de moda de su cuarto y se acordó de sus compañeros de lucha,
de las manifestaciones, de las protestas, de todos aquellos que no podrían ver
aquello, pero sobretodo se acordó de su sensación de esos años de activismo,
siempre pensó que se había perdido la guerra, que lo que quedaba era luchar por
una batalla, una batalla que hiciese más digna la vida, siempre tuvo la lucidez
del derrotado, la certeza del vencido.
Cuantas veces
discutió sobre eso, le decían que no se había perdido la guerra, que era al
contrario de cómo él lo veía, que se había perdido una batalla, que era
pesimista, sin darse cuenta el miedo comenzó a apoderarse de su mente, después
de su cuerpo, se sintió pesado, vacio, el miedo le paralizaba, pero ¿miedo a
qué?.
Respiró
profundamente y dejo caer su cuerpo para atrás, dejando caer todo su peso sobre
el viejo butacón, quizás tenían razón sus compañeros y sólo se había perdido
una batalla, pero tuvo una angustiosa certeza, que la batalla que se había
perdido era la suya.
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