No, no hablo de la consabida frase de Franco. Ni de la que se nos viene encima con la coronación de Felipe VI "el preparado". Me refiero a cómo la derecha, la burguesía, la clase dominante, la casta, los de arriba (como queráis, elegid a vuestro gusto), lo tiene todo atado. Pero atado de cojones.
Hoy no nos pondremos filosóficos. No hablaremos de los medios de comunicación, ésos que "te harán amar al opresor y odiar al oprimido", en palabras de Malcolm X. Medios que crean héroes de la nada, modelos a seguir, princesas del pueblo y dioses balompédicos (el primer futbolero yo, no me escondo). Son los mismos que te dicen que Amancio Ortega y Juan Roig empezaron de la nada, los que te animan (casi te obligan) a emprender e hipotecarte, los que luego te "salvan" promoviendo la caridad "entre todos" y acaban riéndose de nosotros mientras nos tratan como a perros "callejeros".
A lo que iba. Todos los arriba citados lo tienen bien atado. Representantes de un sistema perfecto. Crea necesidades inútiles y nos da con qué satisfacerlas. Se inventa miedos e incertidumbres y nos ofrece soluciones. Si te presentan a tu igual como a un enemigo, tranquilo, acabarás compitiendo contra él. Gente que se supone ha de estar en tu equipo, resulta que es tu adversario. Divide y vencerás, de toda la vida. Ejemplos hay mil, pero pocos tan ilustrativos como el que me contaron hace poco.
El encargado de una empresa y algún que otro trabajador que ya los hubiera querido Julio César en sus ejércitos. Soldados obedientes, perros fieles siempre a las órdenes de su amo, capaces de vender a sus compañeros por un plato de lentejas. En esa empresa, según me cuentan, son tres o cuatro trabajadores los que, de alguna manera, molestan. Pero ése no es el caso. El caso es que los dóciles están a punto de jubilarse y se puede llegar a pensar que se comportan así por esa razón. Nein, ni de coña. "Siempre fue así", me dice el afectado. Un encargado que se cuadra cuando llega el que paga, al más puro estilo castrense. Mando intermedio que corre (pensaba que me tomaba el pelo al contármelo) cuando el superior se avista a lo lejos. Este personaje resulta que es enlace sindical, con la cuota pagada ¡oh, sorpresa! por el mismo que abona la nómina. "Empiezo a entender muchas cosas cuando oigo esto", le digo a mi interlocutor. Lo que me ha contado más de una vez, a saber: privilegios para los más cercanos, miradas de desaprobación, broncas "oficiales" humillantes sin presencia sindical, mensajes subliminales, vejaciones, desprecios casi a diario. "Tragas tanta mierda que rebosa por las orejas", me dice el chaval, apretando puños y dientes. Y, despidiéndonos mientras se levanta para ir al trabajo, culmina: "Esto afecta a toda la plantilla por igual, pero siempre está el coro de palmeros, pelotas rastreros y meapilas que piensan que algún día heredarán la empresa. Lameculos entusiasmados salpicando de mierda a los que están a su alrededor, sin darse cuenta de que somos carne de paro y despidos. Un numerito, no le importamos a nadie. Estamos jodidos", sentencia.
Atado y bien atado. Pues claro. Un nudo gordiano nos tiene bien cogidos por los huevos cuando el enemigo lo tienes casa. Esto no es exclusivo del chaval que he comentado. Esto es norma, lo he escuchado de boca de mucha gente. Más de un obrero vendido por el sindicato, compañeros chivatos, traidores al servicio del más fuerte. Familia y amigos se cansan de oírme: "te rayas por todo, joder, te rayas por nada", que diría Kase O. Así es, coño, así es.
Disculpad el lenguaje, lo siento, pero yo vine aquí a quejarme. Porque quejarnos es de lo poco que nos queda. Quejarse es un arte, mola y es gratis, o casi. Quejarse, protestar, despotricar y cagarse en todo lo cagable. A veces sirve de poco, pero te reconcilias contigo mismo. Hace que no pierdas las pocas esperanzas que albergas de que todo, o algo, cambie.
Por eso surgió la idea de crear este blog. Porque los aquí escribientes, a parte de inquietudes y frikismos varios, somos unos artistas de la queja. No hay día que no arreglemos el mundo y no nos quedemos con ganas de quemar algo o a alguien. Reuniones que te hacen recobrar el ánimo. Risas, vaciles, algún insulto y quejas, muchas quejas. Días chungos como el de hoy, ayer o mañana, en los que te ves hundido en la mierda por cuatro miserables, empequeñecen sólo con tener gente como tú al lado, hombro con hombro, sin imposturas, dispuestos a todo. Y, sobre todo, a quejarse.
Dani @El_Taquillero
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