"El sentido común no es nada común" Voltaire
"Yo no soy racista, soy ordenado". "Los putos negros saltan la valla de Melilla porque nada más llegar les dan comida y techo". "Los rumanos y sudacas nos quitan el trabajo a los españoles y colapsan los servicios". "Si dejamos adoptar a los maricones, las pobres criaturas van a salir igual que ellos". "Lo del terrorismo se arregla con la pena de muerte". Y así puedo seguir hasta mañana. Sentencias oídas miles de veces que son auténticas barbaridades. ¿O no tanto? Para mí sí, desde luego. Es de sentido común.
Error. Ojo con apelar al sentido común, algo que hacemos muchos, yo incluído. El sentido común no es otra cosa que la ideología de la clase dominante. O, en palabras de Einstein, "es el conjunto de prejuicios acumulados a través de los siglos". Siglos de ideología dominante. Entonces, ¿qué dicta mi sentido común, o mejor dicho, mi conciencia? Empatía, solidaridad, justicia, igualdad. Innumerables cosas más. Palabras huecas dentro de la lógica (?) de un fascista, racista y homófobo.
Las frases de arriba son puro sentido común para él. Cuando extranjeros vienen a España (o Europa, lo mismo da) huyendo de la miseria, jugándose la vida en el estrecho, muchos de los cuales jamás han visto el mar, dejando atrás familia y una fortuna a pagar a las mafias, lo hacen para quitarnos trabajo y servicios, nunca para mejorar la calidad de vida de los suyos y la propia. Es por todos sabido que permitir que gays y lesbianas adopten es un crimen contra la infancia, pues siempre es mejor que esas criaturas tengan un padre y una madre, pese a que sean alcohólicos, drogodependientes y violentos, antes que los niños en cuestión tengan la duda de a quién llamar papá o mamá. Y, cómo no, está claro que para acabar con la lacra del terrorismo hay que actuar como ellos, matar y matar, obviando por completo que aquí existió el GAL y que la pena de muerte sigue vigente en EE.UU. sin que por ello baje la tasa de homicidios.
¿Qué cabeza puede albergar semejantes ideas retrógradas? Muchas, desafortunadamente. Cientos, miles, incontables cabezas, mentes obtusas. ¿Qué les dice su sentido común? Pues que eso de cerrar fronteras, cercenar libertades y derechos, acabar con la vida de los demás mediante el ojo por ojo, está bien. Sin cargo de conciencia. ¿Quién no ha conocido a alguien así? Hombre prototípico, de mediana edad, acodado en la barra de cualquier bar, palillo entre los dientes, arreglando el mundo con dos patadas y un carajillo. No hacen otra cosa que reproducir la ideología dominante, no hay más.
No debería generalizar, pues es de sentido común no hacerlo. Venga, seamos serios, todos tenemos presente esa imagen. Lo malo viene ahora, cuando dicha imagen nos viene a la cabeza con gente más joven. ¿A que sí? Algún primo, hermano, conocido, por el que sentimos algo entre pena, asco y vergüenza. Adolescentes, o no tanto, que cuentan con los dedos de una mano los libros abiertos a lo largo de su corta vida. Semianalfabetos, chulos y orgullosos de su propia ignorancia, educados en el odio al diferente, dispuestos a luchar contra su igual. Víctimas del sistema, al fin y al cabo. Como tú y como yo. Ellos también forman parte de la "generación más preparada de la historia". Generación somos todos o no somos nadie. Pura lógica. Es de sentido común, ¿no?
Por supuesto que somos la generación más preparada. Desde una óptica capitalista lo somos. Preparados para darnos de hostias, despellejarnos vivos si hace falta, compitiendo entre nosotros a tumba abierta, caiga quien caiga. La ley del más fuerte, un Battle Royale en toda regla. Está tan arraigado en el imaginario colectivo que lo asumimos como normal, como inevitable, sin siquiera cuestionarnos la obscenidad que representa. ¿Por qué? Muy fácil, es de sentido común.
Pues es el sentido común(ista) el que me empuja a escribir estas líneas. El sentido y el sentimiento de pertenencia a una clase, la mía, la obrera, el que me dice que no, que así no, ni de coña. Yo no quiero esto para mí, menos aún para los que vengan. No quiero participar. El sentido común me susurra que hemos de cambiar. Dejar de luchar entre iguales y comenzar la batalla contra el que oprime; ser bastón para el compañero y garrote temido para el enemigo; vencer y convencer(nos) de que somos dueños de nuestra fuerza de trabajo, nosotros y nadie más. Con tesón, esfuerzo, lucha, pedagogía. Ser pesados, cansinos, pero también pacientes. Si es verdad que somos los más preparados, demostrémoslo. Peleemos. Nos lo exige el sentido común.
Dani @El_Taquillero
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